sábado, 22 de octubre de 2011

El bambú chino.



Después de plantar la semilla de este bambú, no se ve nada (excepto un pequeño brote) durante aproximadamente los cinco primeros años. No se ve nada, pero esto no quiere decir que nada esté ocurriendo. Una firme estructura de raíz se está abriendo paso a través de la tierra. Tanto es así que, en el quinto año, el bambú empieza a crecer en el exterior hasta alcanzar una altura de 25 metros.

Esto ocurre también en otros ámbitos, no sólo con esta planta.
A veces no nos damos cuenta de los avances de algo. En incontables ocasiones tendemos a perder la paciencia y, en un arrebato de ira o desesperación, arrancamos el brote de un manotazo.
Después llega el arrepentimiento, al ver la cantidad de raíces que en realidad había. Y entonces ya no hay nada que hacer, ya se ha perdido todo.
Perder aquello que tanto deseábamos, aquello por lo que luchamos hasta perder la paciencia.
Tan sólo había que esperar un poco más. Algo más de tiempo y habríamos visto grandes resultados.

Es cierto que puede que algo no sea como el caso del bambú. Puede que no veamos resultados porque no esté funcionando. Pero, ¿cómo saber si esperando un poco más acabarán apareciendo?
¿Y si esperamos más tiempo, y luego resulta que no era éste el caso del dichoso bambú? Entonces todo el tiempo esperado se convertirá en tiempo malgastado.
¿Cómo saber si estamos ante el caso de ésta planta, o si, simplemente, no hay nada que esperar y, por tanto, no obtendremos ningún resultado?